En la actualidad, tratar el TDAH con fármacos, parece ser la opción primordial de tratamiento, a pesar de que se insiste en que hay otros tratamientos.
Hoy las ventas de los fármacos como Adderall, Ritalin y Concerta han aumentado considerablemente en los últimos 10 años y no sin consecuencias. Parece que el buen uso de la medicación está cada vez más lejos al no tener en cuenta la dimensión subjetiva del niño.
Sería importante tener en cuenta que la administración de metilfedinato (Rubifen), el medicamento por excelencias para tratar la hiperactividad, tiene serios efectos secundarios más que evidentes, como dolores de cabeza, pérdida de apetito, insomnio, erupciones cutáneas, palpitaciones, falta de apetito…además de estar considerado como una de las drogas más adictivas. Se sabe además que el está siendo incorrectamente diagnosticado y sobreprescrito, creando un inmenso negocio para las empresas farmacéuticas TDAH.
No voy a negar que el uso de la medicación en niños y adolescentes es necesario en algunas situaciones, pero, habría que ver caso por caso, cada uno es diferente, y su uso, debería estar sujeto a mayor rigor profesional y bajo condiciones de mayor seguridad que las que actualmente se están dando.
Desde mi experiencia profesional, habría que tener en cuenta la experiencia de malestar del niño antes del abordaje médico. Este malestar es señal de alarma de que algo emocional se debe afrontar y resolver.
Escuchar las manifestaciones sintomáticas del niño, escuchar la versión de los padres, la del colegio e ir viendo las causas que originaron las conductas del niño. Hay circunstancias, que pueden desencadenar esos síntomas, por ejemplo, la separación de los padres, las discusiones interminables, el nacimiento de un hermano, el fallecimiento de un familiar…
Tener en cuenta los efectos de desresponsabilización de la medicación en el niño es una variable importante a tener en cuenta, además del efecto estigmatizante del diagnóstico del niño que lo convierte en alguien defectuoso.
En el tratamiento con los niños es crucial que el menor se sienta escuchado, que sus opiniones se tengan en cuenta y valoradas, darle un papel activo y responsable, si se siente tratado como sujeto responsable, se va a comportar como tal, y
ayudarle a encontrar las causas de sus síntomas que le permitan nuevos modos más felices y saludables de convivir con los otros y de estar en el mundo.
Implicar a los padres en la colaboración es fundamental para que se pueda reconducir la situación. Ayudar a los padres a que encuentren estrategias que contribuyan a mejorar el curso del tratamiento y jamás culpabilizarlos del malestar del menor, pero sí, darles un lugar de responsabilidad, de poder dar respuesta de lo que está pasando.
Es muy importante pensar que las causas van mucho más allá de los actos de los progenitores, sino que ahí intervienen diferentes causas que hay que tener en cuenta.
Convocar a los niños y adolescentes al esfuerzo de ser personas valiosas desde un punto de vista social y personal, pues nadie es ajeno a la mirada del otro, otro que puede acoger y significar o un otro que puede excluir. Mi apuesta es interesarse por su manera particular de expresar las inquietud y la falta de atención, comprendiendo más allá de el diagnóstico y de la clasificación y del tratamiento farmacológico. Saber que asistimos a un sobre diagnóstrico y a una sobremedicación de los niños y adolescentes diagnosticados de TDAH.

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