EL MALESTAR DEL BROKER

Ser agente financiero o bróker es una de las profesiones actuales con más altos niveles de estrés.

La muy exigente presión que viven esos profesionales se debe sobre todo a las consecuencias de sus decisiones al manejar grandes cantidades de dinero cuyo destino puede decidir la riqueza o el fracaso de empresas, sociedades y personas.

Una experiencia habitual en la práctica de los agentes financieros es plantearse una auto exigencia elevadísima.

Una auto exigencia que le hace ir más allá de sí mismo, y le hace entrar en competencia extrema con los otros y también consigo mismo.

Lo que se siente es que se está en deuda y en falta. Siempre.

Como resultado, podemos decir que las elevadas exigencias puestas en juego llevan a esa persona a considerarse a sí mismo como una mercancía.

Una mercancía que debe tener una elevada rentabilidad con unas exigencias de producción cada vez más elevadas.

Y es una exigencia especial. Se trata de una exigencia que, por su misma naturaleza, aparece como algo ante lo que nunca se llega a dar la talla porque sus objetivos crecen y es una exigencia que siempre pide más.

En términos clínicos, podríamos decir que estamos ante una exigencia imperativa que empuja al sujeto hacia la bulimia y la voracidad con la sensación insaciable de que siempre se podía haber rendido más, se podía haber hecho mejor lo que se ha hecho en unas condiciones automáticas, urgentes, casi ingobernables.

Por otra parte, para entender este estado de ánimo o esta condición inevitable de la experiencia del bróker es importante que reconozcamos que en el capitalismo actual la exigencia de mayor productividad no van a reducirse sino que van a ir y están yendo, en aumento.

Los brokers, y los individuos en general, estamos obligados a hacer frente a este tipo de exigencias y de condicionamientos de la vida laboral y profesional.

Y a pesar de todos los consejos, de todas las advertencias, para que bajemos el ritmo de la producción y del trabajo, si miramos hacia el futuro, las tendencias del futuro, hacen que esa reducción resulte cada vez más difícil.

¿HAY RESPUESTA PARA ESOS SÍNTOMAS?

Para encontrar una respuesta personal lo primero es llevar la atención, identificar y fijar los contornos, de esa obligación constante e implacable que puede llegar a sentirse de manera inconsciente pero siempre aguda.

Y dirigir esa reflexión de manera inteligente formulando claramente las preguntas correctas para buscar las respuestas particulares.

Si lo hacemos de manera adecuada lo primero que descubrimos es que esta obligación empuja a cualquiera hacia un vacío muy difícil de llenar. Es un vacío en el que el sujeto se encuentra atado a un único relato: el éxito continuo a cualquier precio.

Si lo observamos como un proceso, vemos cómo en la vida de muchos agentes financieros la incertidumbre se presenta de manera constante en el día a día.

Y, en ocasiones, esta incertidumbre se convierte en un sentimiento permanente, y amenazante que aboca al sujeto al vacío que mencionábamos y que solo puede ser llenado falsamente con la idea de una seguridad que no es real.

Porque lo paradójico es que vivimos en una época en la que el concepto de seguridad, –la idea de que podemos llegar a estar seguros haciendo tal o cual cosa–, se maneja no para calmar el sentimiento de incertidumbre generalizada que nos agobia sino para manipular ese sentimiento y hasta para potenciarlo.

Se trata de una seguridad que se agita como valor supremo de nuestra sociedad y que produce en el sujeto unas identificaciones que se lo apegan ficticiamente a una realidad que no es real, que se invoca pero no se tiene, y en cierto sentido, como veremos, que no se puede tener.

Son identificaciones estáticas, alejadas del, transcurso de la vida, con sus situaciones cambiantes, que lo conducen a una situación de servidumbre y de pasividad frente a los éxitos y los fracasos.

Definirnos bajo una sola categoría nos lleva a algo tan difícil como es sostener un lugar negándonos a aceptar que la vida no permite, no nos permite, no nos va a permitir, responder a todas las situaciones siempre desde ese único lugar, siempre desde ahí.

Cuando llegan las dificultades, y estamos aferrados a una única identificación, a una identidad, vemos cómo esa identificación empieza a desmoronarse, y se desmorona aunque nos empeñemos en aferrarnos a ella cada vez con más empeño, haciendo un esfuerzo cada vez mayor.

Y esto es algo crucial porque es muy importante poder ver que hay otras preguntas para encontrarnos, para definirnos y situarnos en otros lugares pudiendo salir de aquél que de pronto se tambalea ante la adversidad.

EL FUNCIONAMIENTO DE LA PSIQUE

La identidad se construye, la construimos, viéndonos a nosotros mismos en el espejo de un ideal.

La construimos identificándonos con un ideal que nunca llegamos a alcanzar porque estamos siempre desarrollando una expectativa muy alta, demasiado alta.

En cierto modo, podemos decir que en esa identificación hay una maniobra del sujeto para tapar algo de su propia falta –digo falta en el sentido de carencia, de algo que nos falta–, es decir, que hay una maniobra para atrapar sus carencias y sus propios límites.

Llegados aquí, vale la pena que nos detengamos un poco en estos conceptos, que miremos con mayor detenimiento el funcionamiento de la psique.

El ser humano, la psique de todos los individuos, está marcado por la sensación de que nos falta algo. Este sentimiento de falta, esta carencia, forma parte de la constitución íntima, es constitutivo del ser humano. Es una falta que está en el interior del psiquismo.

Y esta sensación de que me falta algo, tiene una dimensión dinámica, porque en la medida en que me falta, –en que siento esa carencia–, en esa misma medida, me permite desear, aspirar a cosas, moverme en la dirección que quiero, crearme objetivos, y diseñar proyectos…

Hay que saber que esa falta está en el corazón del deseo, del motor que nos impulsa a conseguir la realización de nuestras aspiraciones.

Por otra parte, y al mismo tiempo, ese movimiento del deseo genera una sensación de insuficiencia, y nos deja a merced de aquellos determinados mecanismos de los que echamos mano para tapar la falta.

Por ello, cuando somos capaces de ver, de poner al descubierto, esta dinámica, en ese momento nos facultamos, nos damos la facultad, de responder a lo que nos pasa no ya como si veláramos, ignoráramos, ocultáramos la carencia sino como si ya la hubiéramos aceptado.

Para entender mejor el argumento que estoy desarrollando, para entender mi relato, conviene que volvamos por un momento a las identificaciones.

Hemos dicho que todos nos identificamos, pero la cuestión es qué tipo de identificaciones ponemos en juego y qué uso hacemos de ellas.

Se puede poner en cuestión cualquier tipo de identidad. El peligro surge cuando interpreto mis dificultades con este tipo de identidad, –o las diversas formas de disfrutar de la vida en función de esa identidad– porque entonces estamos cayendo en un uso abusivo de esa identificación.

El tipo de identificación que elijamos, cualquier identidad que construyamos, tendrá una naturaleza problemática, porque no existe ningún ser en la tierra que pueda cumplir con un ideal, sea cual sea, de forma completa y consistente.

. ¿Y EL SUJETO FINANCIERO?

El sujeto financiero contempla como su psique se columpia, va de unos momentos de euforia, cuando alcanza el éxito, a un profundo vacío cuando se hunde en el fracaso.

¿Cómo puede el agente financiero independizarse de esos lugares que lo llevan a una situación de caída continua hacia el abismo?

Para salir de esa dinámica hay que acertar en el manejo de los conceptos adecuados y encontrar un discurso propio, el discurso propio de cada uno.

Para empezar poniendo en claro como el sistema de la sociedad actual nos impone la creencia de que la felicidad reside en el éxito constante, un éxito constante que podemos, o debemos, alcanzar por que somos seres infalibles, suficientes, completos.

Un primer paso para crear una dinámica alternativa pasa por despertar de ese pensamiento mágico al que nos dejamos arrastrar por la presión del sistema pero también porque hay una dificultad intrínseca en asumir la posición de sujeto haciéndonos cargo de nosotros mismos.

Se trataría, por lo tanto, de construir un reencuentro con nosotros mismos, de descubrir qué es lo que nos hace de verdad, auténticamente, excepcionales y, de esta manera, liberarnos del espejismo de que somos víctimas sin escapatoria de la servidumbre al sistema.

Se trataría, por lo tanto, de salir de ese caparazón que nos protege de nuestras propias invenciones, sin que seamos conscientes de que es así.

Liberarse de la tentación del éxito perpetuo para reencontrarnos con la diferencia, sustraernos al discurso corriente y reencontrarnos con lo que nos hace excepcionales una vez nos hemos liberado, una vez hemos salido, del espejismo de la connivencia con el sistema.

Son estos los dos lugares que hay que aprender a tratar, manejar y ocupar.

Dicho de otra manera, se trata de responder no tanto desde la certeza, –de responder en términos de las certeza de que YO SOY–, porque si lo hacemos así volvemos a caer en la identificación.

Y ya hemos visto que esto no tiene ningún interés porque una parte de nosotros queda atrapado en la inconsistencia y es un movimiento falso que solo sirve para tapar, para ocultar algo.

Ser conscientes de que en algún momento se va a perder, nos libera de la carga del imperativo “yo no pierdo nada”, o del imperativo “la bolsa o la vida”.

Elijas lo que elijas siempre hay una dimensión de pérdida.

Hay que rescatar el lado verdadero del sujeto, no caer en la prisa, ni en la consistencia, ni en la conclusión.

Adoptar una mirada más larga y profunda de la vida siendo más dúctil ante nuestras decisiones, y siendo consciente de que siempre hay un monto, una suma, una cantidad de pérdida en diferentes sentidos.

Para terminar diría que la experiencia del bróker, como la de tantos otros oficios, profesiones y “obsesiones” de la vida que tenemos que vivir en estos tiempos en que el régimen del capital domina ampliamente en todos los espacios de la sociedad, puede ser terrible. Lo es en muchos casos.

Pero puede tener respuesta. Entrando en la consciencia de los mecanismos que rigen el psiquismo, conociendo la lógica de las identificaciones, asumiendo que siempre hay una pérdida y que siempre tenemos la posibilidad de liberarnos de la rigidez de las identificaciones y crear o inventar nuevos modos de responder ante la vida.

ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS

Creo que está al alcance de todos, también a tu alcance, prestar atención y escuchar algunas prácticas sencillas que te ayudará a manejarlo mejor.

Una práctica diaria, disciplinada, de meditación o de atención plena resultará un apoyo de gran valor.

Prestar atención de una manera deliberada, en el momento presente, sin juzgar, va a permitirte desarrollar mayor conciencia, claridad y aceptación de lo que eres y del momento que vives. Es sencillamente una manera de estar en contacto contigo misma sin filtros, auto observándote, auto indagando aproximándote a tu realidad profunda y más íntima.

No te dejes llevar por la corriente de pensamientos que incesantemente pasan por tu mente, y aunque ciertamente no podemos dejar de pensar, sí que puedes mediante esta práctica apreciar, sentir y nutrirte de los momentos que ofrece la atención plena.

Detenerse cada día y hacer el esfuerzo de estar en el momento presente hará sin lugar a dudas que mantengas distancia de ese torbellino de emociones, impulsos, y pensamientos que corren por nuestra mente sin control, y al pararte te permitirá darte cuenta de ello y tomar decisiones más acertadas, desde tu centro, desde ese lugar más tuyo, más próximo.

Para empezar con estas prácticas, una buena manera es tener presente la respiración, respirar y saber que estás respirando. Solo este pequeño gesto ya nos permite rebajar el estrés, ese estado de nerviosismo y de aceleración tan incómodo.

Amplia tus metas personales: Persistir en las finanzas es aceptar que unas veces se gana y que otras se pierde. No enfoques tu valor personal solo a través de tu trabajo, se trata de algo más, no identificarse excesivamente al rol del trabajo.

En la vida de las personas hay vida personal, familiar, laboral, de ocio, que no tiene nada que ver con la capacidad para las finanzas.

Mira el océano detrás del arrollo.

Persistir en las inversiones requiere de una buena capacidad para la frustración, y de tener una mirada más larga y profunda ante el fracaso. Una mala jugada financiera le puede ocurrir a cualquiera, hay que saber que cada decisión conlleva equivocarse y sobreponerse a ello conlleva saber mirar más allá de esa decisión individual. Tener siempre la mirada de conjunto y no dejarse abatir por el impacto de una de sus partes.

Cada día dedica un tiempo a hacer algo que te guste, ver una película, dar un paseo solo o acompañado, leer un libro… este tiempo de disfrute, de placer hará que tu ritmo baje además de subir tu autoestima por dedicarte tiempo.

Se amable contigo mismo, a veces somos los peores críticos de nosotros mismos, construye un mundo más amable y valiente empezando por ti mismo. Ser consciente de tus limitaciones muchas veces va a evitar el sufrimiento que nace de la súper exigencia de un superyó que nos enfrenta a eso que debemos hacer de manera categórica.

Darte valor supone dar más fuerza a la amabilidad y a la bondad.

 

Con cariño y gratitud